Arquitecto:Juan Manuel Salmerón Núñez - Rafael García Sánchez / Promotor:Cajamurcia / Constructor:Antonio Abellán, S.L. / Arquitecto técnico:Manuel Paredes Campillo / Colaborador:Juan P. Boluda Sánchez
De la piedad y de las naves de Enrique Carbonell:
Cuenta Virgilio en la Eneida que Eneas arribó a las costas de Italia con su padre Anquises, moribundo de las guerras de Troya. Y en su enfrentamiento con los del lugar, los aborígenes, los descendientes de los árboles, derrotó a Latino su rey. Sin embargo, no aniquiló a su pueblo, ni al origen de su pueblo, esto es, los árboles: de ahí que en Roma los árboles tengan ese halo de misterio. Eneas manifestó así, una suerte de veneración por el origen de los que habitaban las tierras que conquistó. Y de la conservación y custodia de la cultura aborigen y la llegada de la cultura foránea acabó dándosele forma a un pueblo cuya capital vendría a ser Roma. Y desde la tradición clásica, este respeto por lo propio del lugar, como lo que no puede surgir de nuestro poder y nos precede como un inicio del que provenimos lo llamamos "pietas". Su contrario es la asebeia o impiedad. Los que no respetan su origen son los impíos.
Nuestro edificio, insertado en un polígono industrial grisáceo, tenía por indicación de la propiedad que enmarcarse dentro de ¿lo industrial¿. Como lienzo de fondo tendríamos las naves que en su día levanto Enrique Carbonell y que son en sentido estricto, el origen que nosotros respetamos, como hizo Eneas cuando llegó a Italia: pietas. De modo, que parecía indicado el tono, y la textura del volumen edificatorio: hormigón gris, chapa galvanizada ¿italiana¿ y bloque de hormigón prefabricados. Los materiales constructivos de los que nos servimos para llevar a cabo este proyecto fueron la misma fuente nutricia de la que se alimentaron las naves de fondo. Por lo que nuestro edificio respetaría no sólo el origen del entorno creado por Enrique, sino que al alimentarse de lo mismo le da continuidad: hermanos en un mismo origen (Cajamurcia) y en un mismo lugar (el polígono).
Para resaltar el carácter de industrial, todo lo que se le adosa al hormigón estructural y epidérmico a la vez de nuestro edificio, revela y manifiesta toda su construcción. No hay nada que ocultar ni velar. Y al ser así muestra no sólo de qué está hecho y cómo está hecho, sino cómo funciona, y no sólo cómo se usa. Nuestra intención ha sido invertir la estética del uso, tan típica de la postmodernidad tardía que todo lo tapa con una capa, y volver a una ¿estética de la función¿ que es como verdaderamente se aprende a usar los objetos. Si no sé cómo funcionan los objetos, si sólo sé usarlos, entonces se convierten en meros fragmentos de finalidad sin fin. Al reiniciar caminos de la modernidad ya superados por la postmodernidad manifestamos que la modernidad arquitectónica era más cierta para nosotros hoy, s. XXI, que para aquellos s. XX. Y al mostrar de qué está hecho el edificio y cómo está construido y cómo funciona, no pretendemos nada más que devolverle a la arquitectura esa razón comunicativa que enseña y aprende de quien dialoga con ella.
Por lo demás, el edificio es una oficina bancaria con la planta tipo, distinguiendo lo público de lo más privado o técnico, en dos cuerpos con transparencia volumétrica. Siempre en permanente diálogo con el telón de fondo que Enrique Carbonell generó y que para nosotros es herencia de su magisterio de culta libertad, de crítica experimentación y de optimista apertura a las solicitaciones de nuestro tiempo y de este lugar. No hacerlo, para nosotros sería asebeia, impiedad.