Tenemos entre nuestros principios compartidos, resultado de muchas conversaciones fragmentarias, atender cada demanda con la menor materialidad. El proyecto debe dar una respuesta clara a la organización funcional que su promotor demanda, debe articular organizadamente la diversidad de actividades que allí han de desarrollarse, debe dar respuesta a todo el confort que la prestación de un servicio tan sensible requiere, debe, incluso, atender la necesidad de una presencia urbana equilibrada. Pero en la respuesta a todos esos "debes" intentamos que los recursos se yuxtapongan o converjan para que sus efectos se multipliquen y, en consecuencia, su número se reduzca. Así, este reduccionismo, se traduce en una economía, en una administración, que otorga amabilidad al proceso y permite alcanzar su conclusión sin que se rompan los frágiles consensos que lo activan. Contar con un presupuesto muy reducido ya no es una limitación, es una decisión política que se traduce en una arquitectura del desnudo.
En cada proyecto también nos proponemos experimentar puntualmente una artesanía actualizada que nos conecte con un modernismo primigenio, libre de los compromisos estereotipados propios de una industrialización asfixiante, pero apoyado en los nuevos recursos tecnológicos. En este caso será un banco de espera que va transitando, en su desarrollo lineal, por diversas formas imaginadas de acomodar diversos cuerpos a la espera. Y una lámpara colgada capaz de ofrecer todas las tonalidades y todas las intensidades que los cambios del día y las propias acciones odontológicas reclaman.
Cuando conocimos el local nos pareció un trozo central de un vidrio roto, incapaz de ofrecer pista alguna que organizara una topología básica. Lo girábamos y lo mirábamos, solo sabiendo que debíamos acceder por un lado concreto, el que lo relaciona con la plaza central de la localidad, una única condición necesaria. Fue una suerte encontrar acomodo a un módulo central que albergaría los gabinetes y recepción, y que, aislado, obligaba a una circulación perimetral, configurándose un circuito continuo capaz de resolver todas las comunicaciones necesarias. Solo quedaba ir acomodando en el marco irregular las dependencias complementarias que completaban el programa. Y poco a poco todo se fue acomodando.
Este oficio tiene cada vez más peligro y aquellos esporádicos constructores que asumen el riesgo, hasta las últimas consecuencias, de convertir deseos en experiencias, también pueden, como es el caso, verse atrapados por una demanda inalcanzable que desemboca en extenuación. Es el caso. Y esto un mínimo homenaje.